sábado, 4 de julio de 2015

"La música y el ambiente" artículo del maestro Borguñó para La Tarde

Manel Borguñó Pla
El profesor Manel Borguñó colaboró con el periódico La Tarde con una serie de artículos semanales que se publicaron en la sección del diario denominada "Los Jueves Musicales". Los escribió en calidad de fundador y director del Instituto Musical de Pedagogía. Hoy compartimos el que fue publicado el jueves 16 de marzo de 1950 con el título de "La Música y el Ambiente".

En este articulo escrito al principio de los sesenta, el profesor catalán afincado en Tenerife ya advertía del peligro. Era necesario que los músicos profesionales se olvidaran de rencillas y rencores personales, con el fin de que pudieran remar todos juntos hacia una misma dirección.  Se trataba de una dirección muy concreta, en donde se jugaban su futuro: Evitar que la Música desapàreciera en la escuelas e institutos del país.

Algo de Nostradamus tenia el maestro Borguñó, porque en esta ocasión y por desgracia de su tan querida Música,...  acertó!!!




LA MUSICA Y EL AMBIENTE

Como nace el arte

El arte, esencia y perfume de la vida, brota espontáneamente en las almas escogidas como la vegetación de las cisuras de las rocas, pero no puede florecer ni echar profundas raíces sobre cualquier corteza terrestre, pues necesita coyunturas favorables para aclimatarse y su desarrollo no depende del individuo, sino de la Sociedad. Puede un artista gozarse saboreando sus propios frutos, concentrándose voluntaria o forzosamente en una soledad en la cual pueda sentirse feliz o desdichado, pero de cualquier manera que sea su esfuerzo se evaporará, así actúa al margen de las otras fuerzas vivas.

Constituyendo pues el arte una actividad eminentemente social, solamente puede desenvolverse en terrenos previamente fertilizados por un incesante trabajo de adaptación y bajo influencia de un noble sentimiento de simpatía y de atracción entre el artista y el público, es decir, solo se desarrolla en un medio reflector.

Concentrándonos a la música, es curioso observar como los pueblos cuyas fuentes naturales de expresión aparecieron más ricas y pletóricas, son la que más resistencia opusieron siempre al esfuerzo que les había que conducir al logro de un arte autóctono superior. En efecto, en el proceso histórico de la música comprobamos como los países septentrionales de Europa, de menos acerbo musical que los meridionales, son los que desde el siglo XVIII se pusieron a la cabeza en el progreso y perfección del arte musical moderno.

Decadencia y progreso

Jamás conoció el mundo una nación de más pletórico ambiente musical que la Italia del siglo XVIII. Cuentan los viajeros de aquella época que la pasión por la música devoraba la nación. "Constantemente a todas horas del día y de la noche se oye tocar y cantar", afirma el viajero abate Coyer, con un gusto y perfección admirables que deben los italianos a la naturaleza y a la costumbre de oír a los grandes armonistas formados en la técnica del arte. El ambiente realmente eufórico repercutió extraordinariamente en todas las naciones del mundo civilizado.


Desgraciadamente, los músicos italianos se habían separado rápidamente de la magnífica trayectoria trazada por los creadores del teatro lírico clásico italiano en los albores del siglo XVII. Y la ópera italiana en el siglo siguiente, quedó reducida a una mediocre cadena de arias o melodías, más o menos enlazadas con recitativos, todo ello sobre una base melódica realmente miserable.

Con este mediocre bagaje artístico la Italia musical invadió a todas las naciones del mundo civilizado, hallando solamente una resistencia acusada, jamás vencida totalmente, en Francia. En el país galo la ópera había conservado las cualidades fundamentales que le indujeron Lully y Rameau, entre otros, y que los franceses salvaguardaban con gran orgullo. Todos los demás países sucumbieron a la influencia italiana, incluso Alemania, cuyos grandes maestros, casi en su totalidad, hubieron de italianizarse en mayor o menor escala, produciendo esta mezcla de dos escuelas tan opuestas el milagro que pronto iba que conducir as la música a su más alto grado de esplendor. Italia aportó a la música alemana, además de su variedad rítmica, una gran movilidad melódica que Alemania enriqueció con su portentosa vena armónica y el sentimiento lógico y equilibrado de una expresión lírica y dramática que los italianos habían olvidado y absurda mente invertido. Entre otros maestros, por cierto notabilísimos, los principales alemanes artífices de la transformación fueron Haendel, Mozart y Gluck que con Bach constituyen los verdaderos precursores de la música moderna.

En España

En cambio la influencia italiana pesó como losa de plomo durante dos siglos sobre los pueblos que por rendirle incondicional vasallaje, renunciaron a su acervo musical autóctono. En el siglo XVIII y hasta el último tercio del XIX, España vivió materialmente aislada del ambiente musical moderno. Fue en los últimos años del siglo pasado y primeros del presente cuando unos cuantos músicos españoles, entre ellos Bretón, Pedrell, Albéniz y Granados que se pusieron en contacto con el ambiente musical europeo y bajo la poderosa influencia del impresionismo francés, cuyas reminiscensias musicales le llegaron a este de Rusia, siempre al margen del Estado y gracias al esfuerzo iondividual, surgió la maravilla de una escuela musical española moderna basada en nuestras profundas raices. Una vez más el genio español, viose obligado a desemvolverse en la menguada orbita de sus propios medios y carentes de ambiente y protección. Los músicos tras 50 años de inaudítos esfuerzos, poseemos una escuela lírica teatral con una lista mas que regular de obras maestras que no se representan. Tenemos abundante musica sinfónica y de cámara de altos vuelos de compositores conocidos y desconocidos que no oirémos ninca. Gozamos con frecuencia del arte de grandes interpretes de la música vocal e instrumental, algunos bastante menos conocidos de lo que merecen. En la musicología se ha progresado como jamas pudimos sospecharlo y en todas las demás ramas de la música existen valores autenticamente acreditados que no mencionamos por no incurrir en sensibles omisiones.

El profesor Manel Borguñó haciendo lo que más le gustaba: Enseñar música
Vemos con dolor que la opera nacional española no ha pasado de construir un reiterado intento particular aislado y la propia capital de la Nación no posee hoy ningún teatro de ópera. Las salas construidas ex profeso para conciertos, posiblemente pueden contarse en España con los dedos de una mano y probablemente sobren algunos. Hablar de la Educación musical de la infancia es lo mismo que preconizar-la para los niños del planeta Marte. Nunca fue la Escuela un templo fácilmente accesible a un profesorado musical eficiente, y un excesivo número de asignaturas llamadas "utilitarias" alejan el arte de ella cada día un poco más. La sensibilidad artística de los hombres de mañana queda a merced del azar, el cual por desgracia, suele favorecer a lo peor.

En suma el panorama que en conjunto ofrece nuestra patria a mediados del siglo XX es un verdadero prodigio de fecundidad y sacrificio, pero todo edificado sobre la movediza arena  de un esfuerzo particular totalmente desconectado de la realidad social. La considerable labor realizada, por lo general, se ha realizado en un clima limitado a unas cuantas pocas zonas culturales que, cual acogedores "oasis" aparecen en la superficie de una nación de 28 millones de habitantes. Por lo general, únicamente en estos "oasis" halla basto refugio nuestra música culta, y tan solo cuatro o cinco logran mantener permanentemente encendida la llama del arte en los corazones de una masa regular de fil-armónicos. En los demás "oasis", si así puede denominarse un conato de vegetación, la música culta subsiste con cierta continuidad, gracias en buena parte, al influjo irresistible de la moda, y sobre todo, merced al desinterés y espíritu de sacrificio de una reducida "élite".

Los dos ambientes

En realidad existen y existieron siempre, dos ambientes: uno verdadero, integrado naturalmente, por una minoría selecta que es la que da el tono a la cultura de un país, y otro que pudiéramos llamar falso ambiente, nutrido por un gran número de aficionados que en proporción a la "élite" antes indicada, constituyen una mayoría considerable. Estos últimos llenos de buena voluntad, pero menos cultivados musicalmente, tienen un concepto desenfocado y borroso de lo que en música es bueno y mediocre y por lo general solamente acuden a los actos muy sonados. A estos hay que añadir los que sin afición alguna a la música, acuden a los conciertos o a la ópera por cumplir un simple compromiso particular o social. Todos ellos poseen en las profundidades de su ser, más o menos en germen, la semilla del arte que, para brotar solamente necesita la coyuntura de un ambiente favorable.

Los coros que el maestro Manel Borguñó fundo en la isla de Tenerife,
tuvieron un espectador de excepción: El Teide

Conclusión

Sería vano y pueril pretender determinar la multitud de problemas que hay que afrontar para purificar este ambiente y elevarlo a un nivel digno de una cultura superior. La Radio, la Escuela, el Cine , la Prensa, etc., constituyen factores fundamentales cuya aportación a este ideal de superación artística nacional es hoy, por cierto, bien escaso.

Lo corriente, sobre todo por parte de los músicos , es culpar a la carencia de ambiente a la apatía oficial, sin tener en cuenta que la cooperación del Estado y de las autoridades hay que ganarla con una organización social eficiente, que tome la defensa del interés de los músicos y de su música. Esto como es natural, por parte de los presuntos beneficiarios, requiere espíritu de unión y un mismo interés por los problemas colectivos de la clase. Pero los músicos prefieren desatender aquellos e intentar resolver los suyos individualmente, lo que equivale a la renuncia total y definitiva de toda noble reivindicación social. Los que conscientes de la gravedad del momento actual de transformación de todos los valores pletóricos sentimos, en la medida de nuestros escasos medios de todo orden, la irresistible necesidad de contribuir a levantar el pedestal de nuestra cultura, no podemos por menos que acogernos a la generosidad de quienes inquietos por un análogo ideal de superación humana, nos dan la mano y con ello nos deparan la ocasión de aportar una tenue e imperceptible vibración en el concierto de los que como nosotros, laboran por un mundo mejor.

Manuel Borguñó Pla
Director del Instituto Musical de Pedagogía
Santa Cruz de Tenerife, marzo de 1960

Hasta aquí este artículo del maestro Borguñó publicado en la sección de "Los Jueves Musicales" del diario La Tarde. Me gustaría concluir la entrada de hoy con las palabras que mi querido tío-abuelo utilizó al comenzar a escribir este artículo:
"El arte, esencia y perfume de la vida, brota espontáneamente en las almas escogidas"
Sin lugar a dudas, Manuel Borguñó fue una de estas afortunadas almas.

PAZ
Jordi Borguñó 2015

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